Decepción y oportunidad
El caso de La Polar se va a seguir investigando para intentar ver qué ocurrió realmente y desde cuándo, a juzgar por las declaraciones de quienes están involucrados en este lamentable capítulo financiero. Sin embargo, este objetivo se ha centrado básicamente en la falta de transparencia con que habría actuado la compañía en la información entregada al público, tanto a nivel de la oferta pública de acciones y bonos transados en el mercado de capitales así como en las reprogramaciones de los créditos de sus propios clientes. Pero poco se ha reflexionado en las tasas que operaba esta compañía y muchas otras financieras bancarias y no bancarias en sus créditos desde hace mucho tiempo y hasta el día de hoy, que muy bien se empinan al 50% nominal anual al considerar intereses y comisiones. De alguna manera, si transparentemente se hubiese sabido de estas tasas expropiatorias, no habría habido problema alguno, al menos desde el punto de vista de los clientes. En la defensa de sus intereses, los inversionistas han reaccionado porque sus valores han caído de valor, lo que es legítimo; pero no por el colateral abuso de los clientes, lo que es lamentable. Aquí vale la pena recordar que en Estados Unidos, donde se opera con costos de capital muy similares a los existentes en Chile para estas entidades financieras, las tasas de interés de las tarjetas de crédito fluctúan hoy alrededor del 16% nominal anual. No hay pues riesgo que razonablemente justifique estas diferencias, salvo la falta de competencia en el mercado del crédito.
Veamos ahora un caso similar, el de LAN, que quiere fusionarse con TAM y cuya decisión descansa actualmente en el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia. LAN tiene también una historia de prácticas abusivas con consumidores y competidores, incluyendo casos graves de colusión en Estados Unidos y la Unión Europea, aún no investigados al menos públicamente en Chile. Incluso con el agravante de haber sido reincidente en lo que se refiere a prácticas de esta naturaleza, su posible fusión es prácticamente celebrada por inversionistas que se resisten a ver el daño que ella acarrea, particularmente en un mercado que no está abierto a la competencia y en el cual ésta operaría en base a acuerdos comerciales con aerolíneas norteamericanas que terminarían de “coordinar” todo el mercado relevante para los usuarios chilenos. Nuevamente, un legítimo interés como inversionista se tropieza con el intento de proteger el cuasi-monopolio aéreo logrado hasta el presente, justificando valores accionarios que no se condicen sino con un escenario estructuralmente no competitivo. Demás está decir que las tarifas aéreas resultantes y compatibles con lo anterior son y serán más altas – rango medio de 30 a 40% – que las competitivas si se aprueba ésta. Aún más, las medidas mitigatorias acordadas entre LAN y la Fiscalía Nacional Económica, como no apuntan al fondo del problema – una red difícil de desafiar en Chile y Sud América, respaldada por la primera y tercera aerolíneas norteamericanas -, son tan sólo una respuesta parcial para un problema global. LAN, como la “marraqueta de Sud América” a negociar globalmente con terceros – así la han definido los mismos ejecutivos de ésta – sospechosamente se transa en valores considerablemente altos respecto de grandes aerolíneas mundiales.
El mercado de generación eléctrica presenta también un problema parecido. A estas alturas pocos discuten que como país estamos enfrentando precios eléctricos muy por encima – rondando el doble – de los que competitivamente se debiera enfrentar y la explicación coyuntural ha empezado a ser insuficiente. La alta concentración existente, unida a procesos de licitación del consumo eléctrico regulado que no permitieron efectiva competencia de terceros, han condenado al país a tarifas altas por los próximos 15 años si nada se hace al respecto. Como es de esperar, los inversionistas de compañías generadoras basadas en Chile nuevamente prefieren este entorno no competitivo, que se refleja en por ejemplo valores de filiales norteamericanas que con un décimo de capacidad instalada centrada en Chile representan más de un tercio del valor de la matriz o de otra generadora doméstica, ligada a HidroAysen, que se transa a más del doble por MW instalado que sus pares norteamericanas. No es entonces aleatorio que la resistencia al proyecto de Aysen, que desde el punto de vista del país se debería hacer por representar una generación de energía limpia equivalente a un tercio del consumo eléctrico actual del país usando eficientemente un recurso soberano de agua originado en hielos de los Campos de Hielo Norte y Sur que no fallan, se acentúe al considerar los altos precios bajo los cuales dicha energía se venderá a los consumidores. Nuevamente una miopía de corto plazo en los generadores eléctricos termina ensombreciendo un desarrollo eficiente del país en el largo plazo.
Y después seguimos con casos bajo investigación de colusión de las tres principales farmacias, de los dos más grandes operadores de buses interurbanos, de los tres mayores productores de pollo y de algunas asociaciones gremiales, como si fuera un cuento de nunca acabar, para luego ser acompañados por los grandes pesqueros que a través de un fuerte lobby no quieren enfrentar licitaciones o por los navieros y su interesado rechazo a la apertura del cabotaje marítimo. Y por si fuera poco, proyectos bien intencionados pero mal implementados como el Transantiago terminan afectando mayormente a gente que no tiene muchas alternativas y que probablemente no escapa a ninguno de estos abusos.
Ahí nace entonces la decepción respecto de unos pocos que irresponsablemente van deslegitimando un sistema económico capitalista que ha demostrado ser capaz de generar grandes progresos en el standard de vida de la gente, siempre y cuando su esencia competitiva haya sido respetada. Ahí nace entonces la frustración de consumidores y competidores que se sienten atropellados en sus derechos a acceder competitivamente a bienes y servicios o al libre emprendimiento. Ahí nace entonces la protesta en la calle que no sabe muchas veces cómo definir el malestar, pero que sin embargo lo siente en el conjunto agregado que lo rodea y que justamente busca una corrección.
Hay que reconocer que este proceso se ha ido gestando por años y que el actual gobierno tiene ahora una oportunidad histórica de enfrentarlo, porque los costos han empezado a ser evidentes para todos.
Es de esperar que esa solución pase por hacer todos los mercados estructuralmente más competitivos, orientando de esa manera al legítimo lucro. A las fusiones que con sentido común afecten los mercados atreverse a decir que no, particularmente cuando los involucrados han sido transgresores de la libre competencia; a la colusión y reparto de mercados, aplicar fuertes sanciones que efectivamente los desincentiven; a los gremios reconocerlos como las instituciones de lobby que son; a los consumidores que han sufrido todo lo anterior, desagraviarlos con políticas públicas que vayan en beneficio del país, pensando en el valor de éste y no sólo en el de sus grandes empresas que continúan un peligroso camino de concentración crecientemente incompatible con el bienestar agregado.
Manuel Cruzat Valdés
21 de Junio de 2011