¿Hablemos en serio?
Chile se salvó de una crisis de proporciones el pasado 4 de septiembre de 2022 con un inapelable 62% de Rechazo transversal al proyecto de constitución refundacional. El daño del programa de la actual coalición gobernante que irresponsablemente lo impulsó se va a contener sólo por no tener ésta mayoría en el Congreso, pero el drama es que algunos todavía persisten en la profundidad de su error a pesar de todas las señales en contrario. Ciegos a toda luz.
Es este “parelé” lo que explica que el país no se haya derrumbado. El posterior fortalecimiento parcial del peso chileno ha reflejado lo anterior, más allá de los términos de intercambio históricos desde la época del salitre que benefician al país. Pero ha sido sólo un ajuste parcial porque una cosa es lograr detener una locura y otra distinta y necesaria es definitivamente reencausar su energía.
Estamos muy lejos de retornar a la normalidad:
- El orden y la seguridad siguen siendo la prioridad destacadísima e insatisfecha de la población.
- La crisis que el país ha tenido ciertamente no es gratis: las confianzas no se recuperan por meras declaraciones y la complicidad pasiva o derechamente activa con la violencia queda en la retina.
- La población chilena ha perdido la esperanza de lograr en un mediano plazo de 10 años desarrollarse, acceder a la vivienda propia y permanecer feliz hasta en su propio país, con una sorprendente disposición a dejarlo (Encuesta Nacional Bicentenario UC 2022).
- El mundo no está boyante y el amenazante eje chino-ruso busca activamente – aún si fuese necesario por las armas -quebrar su orden institucional hasta ahora vigente, orden al que Chile adhiere y al que no debe renunciar. La sufrida aprobación del TPP11 apuntaba a ello. No siendo un detalle menor, tampoco ayuda tener un presidente en Estados Unidos con un penoso deterioro mental y una condición política de muy alta polarización.
- La falta de fe en algo o alguien superior hacia donde levantar la mirada, la intolerancia creciente y el divisionismo militante del mundo identitario, el ataque al núcleo familiar, el exceso de derechos y ausencia de deberes, el vacío de valores, la incultura de la cancelación, son todos elementos que hacen más frágil la convivencia humana y su desarrollo, en Chile y fuera de Chile. Por esta vía, cualquier país termina inevitablemente fracasando y lo último que necesitamos es coaliciones que extremen esta triste vacuidad en vez de buscar sanarla.
- La frustración larvada del país, por un crecimiento nimio en el producto per cápita en los últimos 20 años – 4.7% real anual en los 90´s versus 1.6% en la última década – y el abandono de unos, ya fuese por ingreso o pensión, acceso a la vivienda, salud, educación y seguridad, tienen solución, pero éstas pasan por fortalecer la propiedad privada, la competencia y la libertad de emprender, no por coaccionarlas, bajo un estado que hace exigibles las reglas que sus ciudadanos libremente se han otorgado. El estado no puede ahogar; debe facilitar.
En lo inmediato, el respaldo de todas las fuerzas políticas y la ciudadanía a Carabineros y las Fuerzas Armadas es vital si queremos retomar el control del país y acabar con las lacras de la delincuencia, el narcotráfico y el terrorismo en la Araucanía. Sólo con esta base podríamos acometer lo más apremiante:
- ¿Necesitamos viviendas y bajar sus precios? Abramos entonces las ciudades y la posibilidad de desarrollos urbanos condicionados para acoger más de un millón de viviendas para responder al déficit actual y al crecimiento demográfico, inmigrantes legales incluidos. Terminemos con la política de enclaustramiento en ciudades asfixiadas por sus límites urbanos que, “oh sorpresa”, aumenta artificialmente los precios del suelo en su interior.
- ¿Nos subimos al tren de la transición energética? El país ya no es una estrella en la Finis Terrae y por ello lo que antes funcionó no es suficiente. ¿Queremos aprovechar nuestras riquezas minerales? Comprometer tasas de impuesto máximas de 40%, royalty incluido, fijas por al menos tres décadas, generarían una verdadera revolución de desarrollo minero, en el espíritu del antiguo DL 600; la discusión actual de tasas expropiatorias cercanas al 50% lo único que logra es postergar nuevas inversiones hasta que el país vuelva a la cordura.
- ¿Cómo atraemos a los Elon Musk de este mundo al litio? Por la vía de licitaciones abiertas y competitivas que hagan partícipe al estado chileno en sus resultados, pero no por una empresa nacional del litio como la sugerida recientemente que lo único que va a realmente garantizar es el descanso de este mineral en sus salares. Un control estatal sobre salmueras inertes … Las referidas licitaciones deberían ser extremadamente cautelosas en cómo participan – y si es que participan – las empresas chinas, que hoy tienen una posición de peligrosa dominancia en la tecnología que las utiliza. Chile debe ampliar de manera proactiva sus mercados.
- ¿Reforma tributaria? El fisco chileno está lleno de recursos – incluso hoy, a pesar de la caída en la recaudación del IVA cercana al 20% real en últimos meses – y no se necesita aumentar su carga actual que ya representa el 25% del PIB, con US$ 82.000 millones. Lo que falta es volver a crecer. Sí, volver a crecer como en los 90´s. Para ser creíble y aprobable, una reforma debería pasar por concentrarse en transferencias directas a los beneficiados que reemplacen programas inoperantes y contemplar estructuralmente la transición energética, con mayores recursos desde el cobre y litio bajo una minería renovada. ¿Quieren más recursos sin revisar todo el gasto? Así como esto no es aceptable en una pequeña familia que se ajusta responsablemente a su presupuesto, tampoco lo es en el estado. De una vez por todas revisemos bien el gasto fiscal y hagamos más eficiente su recaudación, ampliando la base y disminuyendo las tasas, eliminando de paso distorsiones obvias como el tratamiento preferente del diesel. Y, por cierto, centremos la tributación sobre flujos de utilidades, no stocks de ahorro, así como en la integración simple de la misma. Chile es un recipiente más de capital en el mundo y no está en posición de ahuyentarlo. El capital es, por definición, temeroso.
- ¿Reforma de pensiones? El gran ajuste ya se hizo por la vía de la PGU que hoy llega a más de 2.2 millones de beneficiarios con US$ 6.400 millones anuales y que complementa las cuentas de capitalización individuales. ¿Se puede aumentar la PGU de un aporte medio de $ 210.000 al mes en función de parámetros objetivos de standard de vida? Por supuesto que sí, pero ello nuevamente puede financiarse desde un país crecedor y minero. ¿Confiamos en el estado para manejar centralizadamente los fondos de pensiones bajo cuentas nocionales? Simplemente, no. ¿Se pueden bajar los costos del sistema? Claro que se puede, por la vía de licitaciones que faciliten el acceso de los cotizantes históricos y no sólo los por venir, como es en la actualidad.
- ¿Volver al colegio? La excelencia académica y el mérito deben reintegrarse como elementos centrales si no queremos acabar finalmente con la educación pública. Los artífices de los patines deberían avergonzarse de los resultados de sus políticas y meditar en todos esos niños – especialmente esos 1.200.000 niños bajo educación municipal de los 3.500.000 totales – cuyos horizontes han sido sacrificados por su mezquindad ideológica.
- ¿Y la salud? Liquidar las ISAPRES – 26% de los cotizantes de salud – no resuelve el problema de las licencias médicas que superan los US$ 3.100 millones anuales en todo el sistema de salud y representan la mitad de su cotización. Fijar sus precios tampoco. ¿Dónde queda la política de competencia con verdadera movilidad para los cotizantes entre distintos seguros de salud, FONASA incluido, bajo condiciones de comparabilidad hoy inexistentes?
- ¿Y la inflación? Todas las medidas de extracción de liquidez del sistema por parte del Banco Central se han tomado en exceso – 30% de caída real anual en el M1 en marzo pasado y un monto absoluto de éste ya inferior al tendencial prepandémico medido en términos reales -, ahondando el ajuste en curso de manera innecesaria. La inflación va a bajar “por construcción”, pero la existencia de la UF y el reajuste automático de los contratos tornan más lenta su corrección, lo que no ocurre en otras latitudes. No parece razonable que se fuerce entonces una caída del gasto interno cercana al 10% real por el apuro funcionario de bajar la inflación, especialmente cuando el resto del mundo se muestra económicamente frágil y una turbulencia en éste – que bajo el actual escenario geopolítico y de contracción monetaria es posible – puede encontrar al país en una situación aún más frágil. La actividad, con desfase, ya sufre en demasía. Lo prudente es relajar ya la política monetaria.
- Un gobierno con mensajes de paz y amor pero que a su vez siga insistiendo en políticas probadamente fallidas sólo va a lograr alargar este período “en suspensión” de nuestra historia. El país no se va a reactivar de verdad hasta que la coalición gobernante entienda el significado del 4 de septiembre pasado y actúe en consecuencia.
Por último, ¿se han fijado en la pérdida de importancia del nuevo proceso constitucional? Un segundo fracaso sería increíble, pero lamentablemente es posible. Quizás porque el problema nunca estuvo ahí sino más bien en la falla de lo más básico por parte de los servicios del estado y en la falta de competencia por parte del sector privado que terminaron paralizando el país, bajo un sistema político inoperante – y con protagonistas que simplemente no estuvieron a la altura – …
Manuel Cruzat Valdés
22 de abril de 2023