Escenarios de precios energéticos
Recientemente la Comisión Nacional de Energía [1] hizo públicas sus proyecciones de los precios de los combustibles para los próximos 10 años. Estas se utilizan para estimar el precio de nudo de energía que está siendo paulatinamente reemplazado por los cuestionados valores de los contratos licitados por parte de las distribuidoras – derivados de la Ley Corta Eléctrica – que representan alrededor de la mitad del consumo eléctrico total del país. Las proyecciones no son inofensivas pues terminan respaldando quizás inadvertidamente precios eléctricos que no se condicen con regímenes competitivos.
La CNE asume una tasa de interés de 10% real anual y un crecimiento promedio en la demanda del SIC de 5.9% anual. En cuanto a los combustibles nos vamos a centrar en el petróleo por su obvia incidencia en toda la matriz de precios energética mundial. Para el año 2011 proyectan un promedio de US$ 100 por barril (WTI), el que crece paulatinamente a US$ 134 por barril en 2021 y años posteriores. Todas las cifras están en US$ de agosto de 2011. Como resultado de lo anterior, se estima un precio nudo de la energía de US$ 79 por MWh y un precio nudo de la potencia de US$ 19 por MWh, los que suman aproximadamente US$ 98 por MWh como precio monómico. Este sería el precio total a cobrar por la entrega de energía por un sistema generador que obtendría un 10% de rentabilidad sobre la inversión. En Estados Unidos dicho precio monómico ha fluctuado en los últimos años entre US$ 50 y US$ 65 por MWh aproximadamente, estando este año ubicados en la parte baja de dicho rango.
El primer problema del cálculo está en la tasa de descuento que se utiliza, la que es muy alta. Como referencia, la tasa libre de riesgo de largo plazo en Chile ha estado fluctuando entre 2 y 3% real anual este año y todo parece indicar que estructuralmente va a permanecer en ese rango, levemente superior a aquel prevaleciente en las últimas décadas en Estados Unidos. Frente a ello, un premio por riesgo de 7 a 8% parece desproporcionado y eleva por definición la estimación de los precios eléctricos “eficientes”.
El segundo problema está en los precios proyectados de los combustibles, también muy altos. El caso del petróleo es elocuente y ocurre algo similar en las estimaciones de precios del carbón y el gas natural. En la historia del mundo de los últimos 50 años ha habido sólo dos años en que el barril de petróleo ha promediado alrededor de US$ 100 en US$ de hoy, en 1980 y en 2008, para posteriormente ajustarse de una u otra manera. El precio promedio histórico bordea los US$ 40 por barril, también en US$ de hoy. Que el mundo cambió estructuralmente en los últimos 20 años, con tasas de crecimiento nunca vistas en su historia, es indesmentible. Pero la probabilidad de que se dé de manera continua un escenario como el asumido, con precios consistentemente sobre US$ 100 el barril y en ascenso a los US$ 134, es extremadamente baja. Los ajustes naturalmente se dan y ya somos testigos de eventos como el renacimiento petrolero de Irak camino a 10 millones de barriles diarios al 2020 y de una revolución que partió hace 10 años y que va a impactar la matriz energética del mundo: la explotación masiva del “shale gas” en países deficitarios de energía como Estados Unidos y China que en conjunto consumen el 40% de la energía primaria del mundo. El gas natural ya representa el 24% de toda la energía primaria, el petróleo un 33% y el carbón un 30%, estando el saldo en energía hidroeléctrica y nuclear. Estados Unidos, que consume el 22% del gas natural del mundo, hoy ya suple una cuarta parte de su demanda a través de esta nueva tecnología extractiva del “shale gas”.
En definitiva, al usar precios de la tasa de interés y de los combustibles por sobre su equilibrio se sobreestiman también los precios eficientes, bajo cuyos paraguas los resultados de las licitaciones parecerían “correctos”, cuando en definitiva son los supuestos los equivocados.
Por último, probablemente Chile converja a un sistema eléctrico distribuido en aproximadamente tres tercios entre hidroelectricidad, carbón y gas natural, reconociendo que una solución nuclear es poco factible por ahora y que el impacto de otras energías renovables es menor. Ello va a ser posible con la masificación del mercado mundial de gas natural licuado que va a permitir al país acceder a fuentes crecientemente confiables de suministro, con el desarrollo hidroeléctrico de Aysén, eficiente desde el punto de vista geopolítico y del uso de recursos del país y con la unión de las redes eléctricas. La pregunta que queda por resolver es cómo se garantiza la competencia en éste, con precios que reflejen los costos. Ahí cabe un rol al regulador y sus señales: las nuevas licitaciones de consumos regulados deberían estar acotadas en los precios internacionales de la energía y el estado debería contribuir con proyectos pre-aprobados de generación, como una manera de facilitar el acercamiento de los precios a sus efectivos costos marginales. Y nunca va a estar demás corregir los contratos ya licitados sujetándolos a bandas de precios internacionales. Los errores no constituyen derechos.
[1] Fijación de Precios de Nudo, Octubre de 2011, Sistema Interconectado Central, Informe Técnico Preliminar
Artículo publicado en Diario La Segunda.
Manuel Cruzat Valdés