Milagro por partida doble

Siempre es bueno mirar alto, especialmente cuando del país se trata. Da alguna idea de hasta dónde se puede llegar y ayuda a aunar voluntades para alcanzar un buen objetivo, como es aquel de mejorar sustancialmente el standard de vida de sus habitantes.

Chile pasa por una crisis de vitalidad que se arrastra por más de una década. Ya lo sabemos y lo sentimos. La minoría política y ciudadana hoy gobernante no se allana aún a reconocer el patente fracaso de sus fantasías de juventud centradas en un constructivismo socializante y una permanente tensión identitaria, pero sigue siendo necesario para un despegue definitivo del país que lo haga. De otra forma, va a permanecer la amenaza paralizante de que al cabo de unos períodos fuera del gobierno podrían volver con sus impulsos refundacionales que son los que justamente prolongan el estado catatónico actual.

Lo que el país está dejando de avanzar es significativo y acumulativo, particularmente cuando éste enfrenta dos condiciones que llegaron para quedarse por un buen tiempo y que nunca antes se habían dado simultáneamente: precios de la energía a la baja y condiciones excepcionales de generación renovable en Chile , por un lado, y aquellos de nuestras exportaciones, especialmente cobre y litio, al alza, por el otro lado, ligados todos bajo el proceso de transición energética mundial en curso. Son condiciones de términos de intercambio excepcionales, mejores incluso a aquellas que prevalecieron en Chile en la otrora era del salitre. Es el milagro por partida doble. Es la diferencia que nos permite optar entre continuar tristemente por una trayectoria con un PIB per cápita que apenas despega de los US$ 16.000 y otra que lo puede triplicar en dos décadas – ambos medidos en dólares corrientes de hoy -, si nos subimos nuevamente a un Chile próspero, optimista y competitivo del que nadie puede quedar afuera, revaluando en paralelo y como reflejo de lo anterior su moneda.

Del libro de historia económica de nuestro país “Chile 1810-2010, La República en Cifras” de José Díaz, Rolf Lüders y Gert Wagner, se pueden derivar los siguientes dos cuadros:

Alguna vez Chile, en la época del salitre entre 1880 y 1920, alcanzó a tener un PIB per cápita equivalente al 45% de aquel de Estados Unidos: hoy, medido en dólares corrientes, su PIB per cápita es el 20% del segundo; medido en paridad de poder de compra, usando las estimaciones del FMI, el 36%.

Las condiciones actuales son sustancialmente mejores que aquellas de la anterior época de oro: expectativas de vida al nacer, índices de escolaridad, grados de urbanización de la población y términos de intercambio, todos duplican hoy los valores de antaño, en un mundo globalizado y avances tecnológicos y de comunicaciones sólo soñados hace poco más de un siglo.

En definitiva, estamos hablando hoy de condiciones estructuralmente superiores a aquellas de una época pretérita que reconocemos de grandes avances pero que su dirigencia no supo aprovechar para posicionar a Chile en ese entonces como un país desarrollado.

La serie de términos de intercambio del Banco Central de Chile, entre 1996 y 2024, sólo confirma la mantención de su excepcionalidad en los años posteriores al 2010.

Pocas veces se dan estas oportunidades. Sería francamente imperdonable que otra vez no aprovecháramos este impulso milagroso – en el que dicho sea de paso nada tuvimos que ver y por lo mismo clama agradecer -, para definitivamente llevar a Chile al desarrollo en grande.

Al otro lado de Los Andes, otros también buscan reencontrarse con la prosperidad y salir del pantano de ”la casta” y los grupos de interés – en el más amplio sentido de la palabra – que no velan, precisamente, por el interés del país. Bien vale la pena mirar con más atención ese proceso… También antes tuvieron ”su salitre” y lo tiraron por la borda.

Manuel Cruzat Valdés

27 de agosto de 2024

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